Las Palmas de Gran Canaria – 30 abril 2012
D. Ángel González Vera en su discurso de ingreso en la Academia Aragonesa de Gastronomía, abordó la relación que ha unido a lo largo de la historia la gastronomía y el erotismo.
En este discurso realiza una inmersión en este extravagante mundo de la cocina erótica y los alimentos afrodisíacos, con un resultado muy ameno e interesante.
Hemos tomado parte de su discurso donde describe algunos productos que históricamente se han considerado que tienen efectos libidinosos. Aquí les dejamos algunos de ellos.
Las ostras son las reinas de la cocina afrodisíaca. Afrodita nace de la espuma de las olas y del interior de una concha. El hecho de consumirlas casi crudas y su semejanza con el órgano sexual femenino, parece que fueron, ya desde los primeros tiempos de nuestra civilización, las razones por las que consiguieron esta fama que todavía hoy conserva. Y muy posiblemente una cosa nos llevó a otras y, por similitud con la primera, también las almejas, mejillones, erizos y el marisco en general se consideran alimentos muy afrodisíacos, y componente obligado de toda comida que de erótica se precie.
Los caracoles y las ranas se han considerado por muchas civilizaciones como una carne altamente afrodisíaca. Los egipcios así nos lo han dejado escrito. Quizá la forma de la rana condimentada y convenientemente emplatada, que de alguna forma recuerda unas caderas femeninas, haya contribuido a ello. El caracol es más un alimento promovido por culturas locales y de carácter rural; por eso son muchos los agricultores que consideran que comer caracoles sirve para aumentar el vigor masculino, eso sí, salvando los rigores del verano.
Las fresas, delicados pezones frutales que en el código del erotismo invitan al amor, son el complemento ideal de una copa de champagne. Paulina Bonaparte, hermana del emperador Napoleón, mujer libidinosa y muy promiscua, después de sus muy numerosas noches de aventuras amorosas, en las que se relacionaba con hombres de toda condición y en las que no le importaba cobijarse en prostíbulos, o cubículos inmundos, para practicar el sexo con mayor libertad, se hacía servir, ya una vez en su palacio, y mientras recibía un baño reparador: ostras, champagne y fresas.
El café, el té y el chocolate tienen valor erótico, sobre todo, por el ritual con el que algunas culturas lo consumen. Participar en la ceremonia del té, en Japón, supone una experiencia que embelesa no solo el gusto del comensal, sino que son también los demás sentidos los que se ven invadidos del misticismo sexual que su ritual pretende.
El chocolate contiene un alcaloide, el theobronine, que eleva el tono vital del que lo consume. Hernán Cortes lo probó en la corte del emperador Moctezuma y no dudó en traer a España plantas de cacao, donde tanta fue la fama que adquirió como producto afrodisíaco, que las damas de la nobleza española lo consumían en secreto.
Y la miel. Alimento de gran poder energético, y que siempre se le ha considerado como un magnífico tónico para el vigor sexual; de dónde viene si no el nombre de “luna de miel”.
Fuente: Ángel González Vera. Academia Aragonesa de Gastronomía.